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Archive for the ‘Personales’ Category

Sentí los 39


El tiempo pasa, y yo me doy cuenta.

39 es un número agradable, el tres me recuerda las primeras posiciones en una competencia, generalmente los que obtienen reconocimiento, el nueve es un número cuyo símbolo gráfico me gusta asociar a alguien de pie, erguido, aunque con un ligero desbalance, sin llegar a caer. Además el nueve parece ser «consecuencia» del tres, ya que 3×3=9 (la tabla del 3 era de mis favoritas, no así la del 9 que entraba en la categoría mental de «semicomplicada», la del 8 la clasifiqué como «complicada»), pero bien, aparte de las referencias aritméticas hay otras cosas que decir.

Estoy convencido de la importancia de disfrutar cada etapa que se vive, ninguna es necesariamente mejor que otra, la abrumadora carga de evidencia sugiere también que vamos en un proceso inevitable de envejecimiento, sin embargo también hay evidencia que sugiere que con los años se adquieren nuevas experiencias, eso es positivo, y puedo dar testimonio de ello.

Me considero feliz, hago evaluación de etapas en mi camino existencial y encuentro diferencias notables, se pueden notar las huellas del tiempo, a partir de allí identifico una tendencia, la de ir construyendo, lo que se va construyendo no sabría definirlo con un mejor término que madurez, y es una construcción pero a la vez es un descubrimiento.

Que me considere feliz no significa que no hay retos actuales y futuros, claro que sí, es la naturaleza de la experiencia vital, desafíos constantes, cambios constantes, sin embargo, entre ese fuego existencial he alcanzado serenidad para aceptar aquellas cosas que no puedo cambiar, y para luchar por aquellas que sí puedo cambiar.

Celebré, con familia y amigos compartimos momentos de comunión, recibí palabras, sonrisas y abrazos, que me llenan profundamente. Recibí también llamadas y mensajes por medios electrónicos (como Facebook), percibí afecto, interés, cariño, lo cual fue sumamente gratificante. Ahora estoy en la ruta hacia los 40, implica seguir evolucionando, otros descubrimientos y otras puertas que se abren, otras luces que se encienden.

Terminaré con una anécdota del día de mi cumpleaños, me sirvió para ilustrarme un poco acerca de algunos cambios, a veces no notamos los cambios internos hasta que un evento externo los expone.

Me retiraba del Espresso Americano en el Metro Mall de Tegucigalpa, subí las gradas y avanzaba por el pasillo que conduce al estacionamiento, delante mío iba una joven, de pantalones ajustados que hacían justicia a sus proporciones curvilíneas, pero lo que me llamó más la atención fue su blusa, vista desde la parte de atrás, desde la posición que otros caballeros y yo teníamos, se apreciaba que la misma solamente cubría una mitad vertical de su espalda, la otra mitad estaba descubierta, como si la blusa tuviese algún botón que uniese las dos mitades y este se hubiese desabrochado, dejando la mitad de tela suelta, pude observar que del lado derecho llevaba una enorme cartera, imaginé entonces que la cartera le había aprisionado la mitad faltante y que ella no se daba cuenta.

Era tal la exposición que se podía ver la tira horizontal del brassiere color negro apretando su piel y haciendo un atractivo contraste visual. Pude haber seguido mi camino atrás de ella, faltaban apenas unos cuantos pasos para llegar a la salida, y después se perdería en el mar de gente, y yo me hubiese quedado con una atractiva imagen mental, hubiese sido otro incidente insignificante en un día especial.

Pero no lo hice, decidí acelerar el paso, alcanzarla y hablarle, algo en mi interior se activó, como un sentido de solidaridad desinteresada (tampoco sabría cómo definirlo), y le dije, modulando la voz y quizás con cierta pena ajena: «joven, disculpe, fíjese que creo que con su cartera jaló la parte de atrás de su blusa y le quedó abierta por detrás», ella me sonrió y me miró, plantó una mirada entre compasiva y simpática y me dijo: «no, no es eso, es que así es la blusa», siguió sonriendo, yo sonreí y nos despedimos. Y allí, en ese momento, sentí los 39.

Raúl Otoniel (5 de junio de 2013)

El amor no se busca


El amor no se busca, el amor sucede, se genera, se transforma y evoluciona, puede extinguirse si no se adapta a las presiones del entorno, en cambio puede prevalecer y prosperar si se hacen los ajustes necesarios.

En ese sentido es una conquista heroica, pues lo indescifrable e indefinible se impone ante lo predecible y cuantificable.

Se desgarra el velo y se profana el templo antiguo, un nuevo santuario se edifica y se dedica a un dios o una diosa mortal, pero cuya ausencia parece igualmente mortal.

Se incineran los diccionarios y de entre sus cenizas alza vuelo un nuevo lenguaje con alas doradas y sonidos de murmullo de pinares, lenguaje celestial que anuncia la primavera del espíritu.

Raúl Otoniel (19 de mayo de 2013)

Lo último que se pierde


La esperanza, según algunos es lo último que se pierde, pienso que a veces es lo primero que se pierde, en cuyo caso, simplemente ya no hay caso.

La voluntad es realmente lo último que se pierde, pues cuando se ha perdido la esperanza, aun queda un impulso vital que recupera la esperanza perdida, o que descubre una nueva razón para creer.

Si se apaga la voluntad el sistema colapsa, no hay propulsión y se entra en parálisis, el combustible de la voluntad se llama libertad, ese combustible se produce dentro de las presiones espaciales y temporales, durante la interacción entre cuerpo y mente, en su versión refinada y procesada se entiende como la capacidad de asumir con objetividad nuestra condición humana y la responsabilidad sobre nuestros actos.

La libertad es un recurso inagotable, pero no se adquiere sin sacrificio, hay que sacrificar el ego, el orgullo y la codicia. No es sencillo, como sucede en cualquier yacimiento natural, extraer el recurso implica que se abran zurcos, se perforen muros, se dinamiten barricadas, una vez removidos los escombros podemos extraer libertad, impulsar la voluntad y generar esperanza.

Raúl Otoniel (18 de mayo de 2013)

Mas allá de las palabras


No todo es expresable en sílabas, oraciones y párrafos.

Hay situaciones que están más allá de una calificación y clasificación. Superando la capacidad de descripción de las palabras está el vínculo materno.

La existencia humana es una historia con idas y vueltas; subidas y bajadas; escritos, tachones y borrones, sin embargo una palabra que resalta en ese inmenso cuaderno humano es la palabra mamá.

Ríos de tinta y cascadas de pixeles han desbordado desde que el humano tiene memoria y herramientas de expresión, todo con el propósito de entender y explicar el fenómeno de la maternidad, quizás es una fuerza única en la dimensión humana, que aunque no se pueda entender y explicar totalmente, de forma total imprime su firma en el libro de la historia.

Felicidades a las mamás y a las que lo serán, y un homenaje a la memoria de las que ya no están con nosotros.

Raúl Otoniel (12 de mayo de 2013)

Pozos de tristeza


Porque no todo es una película de princesas y princesos de Disney.

El tornillo se aflojó, la silla se cayó, la mano se quebró, el café se derramó, y el líquido jodido cubrió con lenta constancia, casi con estudiado sadismo lo que antes era limpio y brillante. Sí, la existencia es impredecible.

Un pozo es una fuente de optimismo en el mejor de los casos, se extrae líquido de júbilo, una cubeta y una cuerda con solemne dignidad roban a las profundidades su savia de cristal.

Oro negro de pozos más profundos brota como cuervos deformes, dragones vestidos de luto que barriles contendrán, fósiles que mueven al mundo.

Ningún pozo es seguro para el humano, aún los que producen riqueza aseguran riesgo, de caer y quebrar coyunturas, de caer y ahogarnos. Pero hay unos pozos peores, su origen es indeterminado, digamos que en el transcurso de la existencia han aparecido en el terreno del tiempo, otros son de construcción humana, excavamos queriendo encontrar la tiniebla y el refugio propio del avestruz. Estos pozos son los más peligrosos, al caer se quiebra el espíritu, nos ahogamos en tristeza, allí no hay luz, allí la Luna no luce, simplemente cuelga de la negra cortina; allí las estrellas no sirven de guía, simplemente son puntos incoherentes en el tapiz infinito, y es allí donde el humano a veces se interna.

Obviamente esta no es otra publicación hecha para exaltar las miserias de la vida (hay medios noticiosos que se encargan con singular maestría de hacerlo), tampoco es una oportunidad del autor para ventilar frustraciones personales (no quiere decir que nunca me frustre, a veces lo hago y al igual que el resto de la especie humana tengo que asumir esa realidad y seguir adelante), lo que quiero es establecer un diálogo, quizás un guiño cómplice y empático, a quien esté en uno de esos pozos, no sabemos la profundidad ni la gravedad del daño, ni seré tan pretencioso de sugerir que entiendo las razones o circunstancias, nada más es un gesto, un gesto que dice: yo he estado allí, y otros antes que yo, me atrevería a afirmar que en el recorrido humano ningún ser ha evitado caer allí, posiblemente es parte infranqueable del trayecto, se requiere voluntad para salir, se puede salir.

Lo escribe alguien que está absolutamente seguro de que en el futuro tropezará muchas veces, y que siente la plena convicción de que se levantará igual cantidad de veces.

Sí, la vida no es cuento de princesas ni de princesos (por alguna razón inexplicable la palabra princeso se ha «colado» en las conversaciones y mensajes en el ciberespacio), pero tampoco es una tragedia griega, en la que todo está escrito de antemano para que el individuo sea aplastado por un destino despiadado, ni lo uno ni lo otro.

Los cosmólogos con sensibilidad poética dicen que somos polvo de estrellas, los poetas con visión cosmológica dicen que somos la estrella generadora de luz universal. Ambas concepciones me gustan, está en nosotros convertir los pozos de tristeza en volcanes que eruptan fuego renovador.

Raúl Otoniel (29 de abril de 2013)

Reconectar


Sí, porque hay veces que se cae la conexión.

Hoy disfruté de una mañana diferente, me encontré con dos parejas de amigos y sus respectivos bebés, lo especial fue que hacía muchos muchos meses no nos veíamos, ni compartíamos tiempo de calidad, y en esas condiciones nos reencontramos, la pareja anfitriona nos recibió con cordialidad y alegría, compartimos un desayuno ante una mesa llena de exquisitez, pero sobre todo familiaridad.

Hubo banda ancha, nodos y enlaces funcionaron, el wifi fue tan eficiente que no se interrumpió la señal en todos los canales utilizados: lo verbal, lo gestual, las miradas, etc. Es decir que hubo 3D real y sin distorsiones.

A veces, por diversas razones, nos desconectamos de las personas, debido a que trabajos, responsabilidades, y algunas actividades que entrarían en la categoría de distracciones, nos absorben al extremo de suspender la comunicación, y si dejamos pasar mucho tiempo se cortan los lazos, y hasta se borran las huellas que hemos dejado o que nos han dejado los demás.

Este relato / reflexión / prosa ensayística (ni siquiera sé si existe esa clasificación) busca tocar ese punto.

Me ha sucedido que mientras he estado en una relación sentimental con alguna novia, el resto del mundo pareció desaparecer, y me olvidé de amigos y amigas, sentía una sensación de plenitud tal que abandoné a las amistades que siempre estuvieron conmigo, en buenas y malas, pero al acabar mi relación entré en vértigo social, no sabía cómo reencontrar la familiaridad con aquellas personas a las que había olvidado. Con el tiempo he ido aprendiendo de esas experiencias.

En algunas ocasiones simplemente nos queremos volver ermitaños y sin reflexionar demasiado en el tema, asumimos que nadie es capaz de comprendernos y que por tanto lo más conveniente es extirparnos del círculo humano al que hemos pertenecido y con el que aún tenemos mucho en común, de más está decir (o quizás no) que es otra actitud poco provechosa, válida porque al final de cuentas es la voluntad del individuo, pero poco rentable en términos de equilibrio emocional.

Lo mejor de la experiencia de esta  mañana (aunque admito que los panqueques estaban muy buenos) fue descubrir que a pesar del tiempo transcurrido, cuando ha existido aprecio, se reconecta y se reconocen gradualmente los espacios compartidos previamente, y a su vez se apropian las nuevas realidades vigentes hoy en las vidas de las personas, es una celebración al cambio y a la necesidad de reconocer la naturaleza dinámica de la vida, que en sus matices y tonalidades no deja de sorprendernos.

El anfitrión nos contaba que está leyendo la biografía de Benjamin Franklin, un voluminoso libro en cuya portada pude observar una discreta imagen del distinguido político, científico e inventor estadounidense (entre sus muchos logros se cuenta el de explicar los procesos mediante los cuales funciona la electricidad). Incluyo este fragmento de recuerdo porque esta noche, mientras recorría una acera bajo la luz de lámparas de alta potencia luminosa, reflexionaba que la electricidad no es un invento (un buen amigo hoy también recordaba ese hecho), es un descubrimiento, es una fuerza poderosísima que está allí, disponible, pero que necesitó dedicación y esfuerzo por parte de muchas personas, incluyendo al señor Franklin, para llegar a convertirse en energía aprovechada por los humanos.

Quizás el tema de las relaciones humanas es similar, a lo mejor no hay que “inventar el agua caliente”, quizás se trata de descubrir la energía que está allí, a veces dormida en nosotros, esperando a que reconectemos y se encienda la chispa. Agradezco a mis amigos por brindar esa oportunidad.

Hay un libro que forma parte de la tradición religiosa judeocristiana, se llama Eclesiastés (viene justamente de la palabra griega Ekklesia, que quiere decir asamblea o congregación), no lo he estudiado a profundidad, pero hay elementos en el mismo que encuentro muy valiosos, una de las frases más reconocidas del texto en cuestión es la siguiente: “..hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol..”, yo agregaría que también hay tiempo para reconectar, y que no tengo que inventarlo, sencillamente descubrirlo.

Raúl Otoniel (28 de abril de 2013)

Escuché los pájaros


Y no, no de los que escucha un presidente latinoamericano, no soy experto pero creo que éso se llama alucinación.

Hablo del sonido de pájaros reales, de los que se acercan a los árboles y de vez en cuando aterrizan sobre nuestros patios, buscando algo qué comer. Fue por la mañana, después de que recibí la visita inesperada de los Testigos de Jehová, en un interesante intercambio de ideas traté de convencerlos (sí, imagínese usted, yo tratando de convencerlos) de que en realidad no vivimos tiempos de apocalipsis, y que la situación de hambruna, pestes y guerras de hecho ha estado mucho peor en otros momentos de la historia, y que más bien en términos globales hemos hecho avances tan espléndidos que personalmente no deseo vivir en otra época anterior (en todo caso sería interesante vivir en una época futura).

Después de esa conversación y cuando pude ver a las dos señoras seguir su camino bajo un inmenso sol, comencé a notar el sonido de las aves, me llamó la atención que eran más de las nueve de la mañana, por lo general he asociado el sonido de los pájaros con las primeras horas de la madrugada, aparentemente continúan su faena (cualquiera que sea, tampoco es que soy fan de las aves) durante toda la mañana.

Escoba en mano (sí, me puse a barrer, hacía falta), comencé a recordar y un pensamiento invadió mi esfera cognitiva, recordé una madrugada hace algunos años, mientras me despedía de una amiga frente a su casa, habíamos pasado platicando, nos habíamos reído y pudimos encontrar un espacio común de aprecio, casi amanecía, pero era mayor la oscuridad, pude ver sus ojos, preciosos ojos, siempre le manifesté que me encantaban, mientras alrededor nuestro los pájaros anunciaban su presencia, ambos comentamos lo bonito que se sentía escucharlos en ese momento.

No tuve valor de robarle un beso, y nunca se presentó otra oportunidad similar. Me despedí y emprendí mi camino convencido de que la noche era menos inmensa. Tiempo después la existencia siguió su curso, nuevos nombres y nuevos ojos llegaron a nuestras vidas, nuevos sonidos, y nuevos amaneceres.

Personalmente tuve que poner una lápida a ese recuerdo, no por pesar o tristeza (es un bonito recuerdo), pero sí por objetividad, hay cosas que se experimentan, y después se cierran como capítulos de libro, la lápida que puse es pesada, casi como una represa, quizás pienso en las represas porque administran caudales, y los caudales emocionales hay que administrarlos adecuadamente, para que ni desborde el río, ni se seque la fuente, ni se desperdicie energía.

Terminé de barrer, pensé en algo adicional, mientras barría tuve que remover sillas y otros objetos, a veces hay que remover cosas, para limpiar la casa y que entre la luz. “Mirad las aves del cielo…” dijo sabiamente alguien hace mucho tiempo, bueno yo las veo, y a veces las escucho.

Raúl Otoniel (24 de abril de 2013)

Fui su mejor amiga


Sí, inusual, pero extrañamente real, me refiero a esas situaciones en las que un representante del sexo masculino llega a desarrollar tanta cercanía con una persona del sexo femenino, que se pierden ciertas nociones relacionadas con género, supongo que en mi caso empezó al finalizar la adolescencia, porque me di cuenta que las pláticas extensas por horas y horas sobre carros y futbol no me entretenían tanto, me terminaban aburriendo, y el otro tópico de conversación entre hombres, es decir las mujeres, sí me gustaba pero me desanimaba tanta teoría si al final de cuentas había tenido en mi historial apenas algunas experiencias, por lo que no tenía tanto que contar, o simplemente no quería contar porque quizás la experiencia era muy significativa para mí, y por otra parte, seamos honestos, los hombres a veces aumentamos las cosas, así que asumía que mucho de lo que escuchaba eran exageraciones para incrementar la credibilidad de quién las emitía.

Por lo que desprovisto de interés marcado por esos tres temas predominantes entre los hombres de mi edad, empecé a acercarme a algunas mujeres, descubrí otras pláticas, otros modos, otros mundos, otros anhelos y deseos, encontré temas, algunos me aburrían debo admitirlo, pero era una variante.

También durante esos días, profundicé mis acercamientos al mundo del arte, la música clásica fue entrando en mi repertorio de opciones para escuchar, la literatura en las formas de ficción y no ficción, anunciando lo que posteriormente sería un gusto por lo poético, fueron calando en mí, pienso que éso ayudó a desarrollar cierta sensibilidad estética y estilística que se tradujo en capacidad de empatía con el sexo opuesto, podía verlas en diferentes dimensiones igual que como se aprecia un trabajo artístico, los diversos planos se vuelven evidentes para Raúl a partir de allí.

Con el paso de los años fui puliendo ese talento, que digamos ha sido útil en algún momento que he entrado en una relación sentimental con una mujer, al menos puedo encontrar más temas de conversación; no me desespero mientras la acompaño a comprar ropa y zapatos; no sufro mientras la espero cuando le hacen el pedicure; logro ser más objetivo acerca de las percepciones que tiene sobre sus amigas; entre otras cosas, es decir que sí ofrece alguna ventaja para las relaciones el tener empatía con ellas.

Ahora bien, no todo es color de rosa (sí, referencia intencional ya que estamos hablando de mujeres y hasta de estereotipos), en años recientes, y particularmente en los períodos en que no he formado parte de alguna relación sentimental he empezado a analizar algunos aspectos de esta condición o particularidad.

Por ejemplo, en algunos momentos, la cercanía llega a ser tanta que hay conversaciones que se vuelven íntimas, no en un sentido de pareja (aunque a veces implican pláticas sobre sexo), me refiero a que se me han contado cosas muy personales, que por lo general se las cuentan a sus mejores amigas, eso en sí no es necesariamente malo, excepto cuando es malo, y es malo cuando por una razón u otra el acercamiento ha dado lugar a que me interese sexualmente o sentimentalmente esa persona.

En ese caso la situación es incómoda, porque he entrado en la esfera de sus pensamientos no como una entidad masculina que es una pareja potencial, si no que como alguien con quien tiene mucha confianza, casi como la que le tiene a su mejor amiga, y bueno, ella no va a besar a su mejor amiga (y las que tienen esa preferencia perfectamente legítima, pues simplemente no me van a buscar a mí para hacerlo).

Así que entre experiencia y experiencia he ido encontrando el balance, ser amigo, poder escuchar cuando corresponda pero no excederse y no perder la perspectiva. También con la madurez descubrí que entre hombres podemos hablar de otras cosas aparte de las tres mencionadas al inicio, podemos discutir sobre filosofía, sobre política, sobre historia, sobre cine, sobre televisión, etc, así que no es un entorno realmente árido, es un descubrimiento que requiere también sensibilidad, porque aunque nos digan que somos toscos, también hay complejidad en nosotros.

Para redondear el tema contaré que el otro día, una amiga me pidió que le aplicara un tinte para su cabello, sí, así es, “qué triste tu caso Raúl”, pensé, (y no, no se lo apliqué, ni siquiera sabría cómo empezar), pero sirve para ilustrar lo que estoy exponiendo, de hecho, ella lo solicitó con mucha naturalidad, y afortunadamente no me sentí ofendido ni desprovisto de mi masculinidad.

Y con todo y esa trabajada empatía que he logrado con el sexo femenino, admito, como otros hombres lo han hecho antes que yo (y asumo que lo seguirán haciendo), que sigo sin saber qué rayos quieren las mujeres, saludos mujeres se les quiere mucho, aunque no se les termine de entender 🙂

Raúl Otoniel (19 de abril de 2013)

Historias de taxi


Y no, no tiene nada que ver con la canción de Arjona.
Hoy tuve la oportunidad de abordar dos taxis, una ligera complicación de último minuto con mi carro me llevó a utilizar este medio alternativo de transporte, medio que es eficiente por lo general. Me han sucedido varias situaciones interesantes abordando taxis.

El primero que tomé al salir de casa hoy resultó siendo una mala experiencia, abordé y le expliqué al conductor que llevaba conmigo un billete de a 500 Lempiras, por lo que necesitaría cambio, él dijo que estaba bien, mientras observaba que tomaba una ruta poco eficaz y caíamos en una pequeña fila antes de un semáforo (disimuladamente llevé la palma de mi mano a mi frente, en señal de frustración), me distrajo la presencia de una biblia sobre el tablero principal de su carro, le hice el comentario de que iba acompañado de la «espada de la palabra», él respondió como buen conocedor de la referencia bíblica diciéndome: «que penetra hasta el tuétano y las coyunturas», muy bien -pensé yo- el hombre se sabe ese versículo.

Hasta allí todo bien, o más o menos, resulta que llegando al punto en el que tengo que bajar, se da cuenta que no tiene cambio y que no se detuvo en ningún lugar para cambiar el billete, y encima me dice que yo debo resolverlo, yo tenía ganas de darle con la biblia en la cabeza, es la verdad, (sí, a veces mi nivel de tolerancia ante la adversidad es bajo, pero bien, cada persona tiene sus luchas), le dije que era problema de él pues justo al abordar su unidad le informé de la situación. Invertimos 10 minutos buscando un lugar en el que le dieran el cambio suficiente, al final se resolvió y proseguí mi rutina.

El retorno fue interesante también, cuando me disponía a regresar a la casa tomé un nuevo taxi en los alrededores del Boulevard Morazán, antes había comprado un pan tipo francés, de los largos, comunmente llamados baguettes, así que pan en mano hice parada al taxi en cuestión.

Tomamos una ruta de las menos congestionadas con rumbo al Boulevard Kuwait, pasando antes por la zona del Prado. Al haber pospuesto mi almuerzo para las horas en que la tarde comienza a hacerse noche, sentí enormes deseos de empezar a comer el pan que traía, así que sin mucho protocolo empecé a disfrutarlo, y le ofrecí al conductor, quien con mucho agrado aceptó, partió un considerable trozo del baguette, ambos veníamos comentando de lo bueno que es ese pan con mantequilla, principalmente la de pulpería y que tiene un precio de siete lempiras la bolsita (en realidad tenía ganas de proponerle que nos detuviéramos en una pulpería a comprar una, pero me pareció que iba a ser mucho abuso, quizás no, pero bien, no lo hice).

Mientras seguíamos masticando, al punto que el baguette casi desapareció, observé que sobre el tablero de su carro había una biblia, le hice la misma referencia que unas horas antes había hecho al conductor del primer taxi: «anda con la espada de la palabra», y (¿Quién para imaginárselo?) el hombre contestó a mi invocación: «que penetra hasta el tuétano y las coyunturas», y agregó: «éso ha de ser tremendo hermano, ¿Se imagina?», y bueno, ahora yo era su hermano, tenía sentido ¿Habíamos compartido pan no?.

Después la conversación dio un giro inesperado para mí, me dijo algo así como lo siguiente: «hermano, cuando uno anda con el Señor, todo le sale bien», generalmente soy cauteloso cuando alguien hace afirmaciones de ese tipo, soy una persona que vive en un universo lo más racional posible y que acepta la infinidad de creencias que existen como posibilidades que no corresponde a mí dilucidar si son o no realidades, lo que sea que haya, pues existe y ya.

Con poco entusiasmo le sugerí que me explicara un poco más, y obviamente con mucho entusiasmo él prosiguió, me contó que hoy en particular necesitaba hacer bastante dinero con su tarifa, por unos compromisos adquiridos, y que había pedido dirección a su dios, me contó cómo se había metido a lugares que usualmente no frecuentaba y los éxitos que había tenido, y entré a formar parte de su narrativa cuando mencionó cómo se había desviado de una ruta previa y terminó en la bocacalle en la que me encontró, y que en ese momento sintió que era parte de la bendición para él ese día.

Me quedé callado, obviamente no quería darle con la biblia en la cabeza, creo que hasta lo hubiera acompañado a leerla si me lo hubiese pedido. No soy quien para decir si lo que le sucede a él es real o no, pero sí sé que me hizo sentir bien, me hizo sentir especial, éso es real y es suficiente, si es real para él, entonces es real para mí.

Le agradecí, llegamos rápido y sin inconvenientes a la casa, me bajé pensando en compartir ésto, fueron dos viajes, uno desagradable y uno muy agradable, a veces la existencia nos plantea esos escenarios, me encantan las casualidades, hay una palabra en inglés que no tiene una equivalente en español, la palabra es «serendipity» (sí, la aprendí en una película del mismo nombre, la cual recomiendo mucho), equivale a algo así como coincidencias afortunadas, creo que la existencia está plagada de esas coincidencias afortunadas y si disponemos el corazón para descubrirlas, lo haremos.

Raúl Otoniel (16 de abril de 2013)

Un Americano pequeño


Y a veces un Dedo de Queso, otras veces un Chocolate Caliente, y muy rara vez un Té Negro. Digamos que hay variedad en lo que consumo en el Espresso Americano del Metromall, hacia allí trazo mi ruta de letras esta noche.

Un lugar no es significativo por lo que allí se ofrece, si no que por el descubrimiento personal, es la experiencia humana la que ilumina los hechos y los matiza en escalas cromáticas y hasta musicales. Este rincón y su gente ha sido de especial valor para mí desde hace varios meses, quizás vine por casualidad pero me fui quedando por una extraña mezcla de intuición y decisión.

Al inicio fue un punto de encuentro para brindar asesorías académicas o responder preguntas sobre temas relacionados con el ámbito de la investigación, después una zona confortable para verme con amigas y amigos durante tardes y noches, encuentros al calor del café, pláticas con aroma penetrante.

Desde que fomenté el hábito de la lectura me ha gustado encontrar espacios para ejercerlo, usualmente sitios públicos como restaurantes o cafeterías, así que también trasladé a este nuevo espacio ese viejo hábito, con resultados muy positivos debo decir (terminé de leer el Ulises de Joyce; De Profundis, de Wilde; País de Nieve, de Kawabata; repasé Hojas de Hierba, de Whitman; y empecé El Tambor de Hojalata, de Grass).

Más allá de exploraciones sobre la ficción y el ensayo, he tenido la oportunidad de establecer relaciones de amistad con las muchachas que laboran en este rincón, Ilda, Karla, Gládiz, Melissa, Kimberly, Johanna, Marcela, Mirian y Ricci forman parte central de esta historia, nos hemos llegado a conocer, respetar y apreciar, y como decía la canción de un viejo programa de televisión: «a veces quieres ir a un lugar dónde la gente conozca tu nombre»,

En este caso no solamente soy Raúl, soy el Raúl con quién se hacen conversaciones sobre libros, sobre familia, sobre trabajo, sobre filosofía, me he encontrado compartiendo diversos temas de interés humano, y recientemente allí he redescubierto el gusto por escribir poesía, ellas saben de esta afición y en algunas ocasiones antes de publicarlas, las he compartido con algunas de ellas, quiénes me han dado aportes y a la vez estímulo, lo cual agradezco mucho.

Hay veces que no aparezco por días, quizás me encuentro explorando otros nortes, pero al regresar también regresa la familiaridad, el tiempo compartido y el espacio infinito que entre café y café se va construyendo. 

Raúl Otoniel (11 de abril de 2013)

¿Hay memoria táctil no?


Y aunque a veces la mente nos engaña, y aunque a veces confundimos sueños con recuerdos y recuerdos con sueños, y terminamos en tierra de nadie (Limbo terrestre), aun así hay planos de la memoria fascinantes.

El aroma que dispara efluvios de recuerdos, y con estos vienen imágenes que activan otras regiones del cuerpo en respuesta a un estímulo sensorial y a la película mental en la que participamos como productores, directores y protagonistas (en ocasiones hasta música le agregamos).

Hoy traje a mi mente una memoria táctil (de esas que no tienen que ver con sexo, pero que también generan placer y en este caso especial una sensación de viaje interior), mientras observaba a través de capas de cristales con diversos grosores que sirven de mostrador en el café al que a veces voy por las tardes, mi ojo intentó penetrar los diversos niveles en que se exponen los postres, explorando sentí casi como si los tocara y justo allí, como un interruptor que se enciende, algo se iluminó y me paralizó.

Viajé a algunos momentos de mi infancia, a un municipio llamado Morocelí, es importante en este punto contar que mi familia tiene orígenes campesinos, tanto por el lado de mi mamá como por el lado de mi papá, mi ascendencia no pertenece a la urbe ni a la metrópoli, por lo que en mis primeros años principalmente, tuve la oportunidad de saborear el entorno del interior del país, experimenté las sensaciones propias de las comunidades rurales, eso sí, sin los rigores de quienes se dedican a la actividad productiva, puesto que yo iba de visita (en algún momento sí experimenté los trabajos y el esfuerzo asociado a las actividades agrícolas pero fue en una época posterior), para quien no lo ha vivido y para quien no forma parte de su historia familiar quizás sea fácil desestimar el valor que todo esto tiene, en mi caso hay mucho de positivo que valoro de algo que considero parte de mi herencia cultural y formativa.

Mi abuelo por parte de papá se dedicó a la agricultura como medio de sustento, un hombre de personalidad recia, y ojos que se podían perder en el horizonte, luchador que no llegó a ser terrateniente ni potentado local, pero que salía adelante con dignidad y sacrificio.

La casa que yo visitaba era de muros elaborados con adobe y en algunas secciones piso de cemento, durante la temporada de cosecha de granos básicos era frecuente que en la sala principal se encontrasen costales llenos de maíz y frijoles, y hacia allí va mi recuerdo táctil: en temporada de calor solía introducir mi mano dentro del costal con granos, hasta la altura de la muñeca, a veces un poco más, me encantaba la sensación de frescura que sentía, ésa sensación es la que hoy reviví mientras visualmente penetraba capas de vidrio.

La mente es maravillosa y a veces nos lleva en viajes insospechados, me alegro de ello.

Raúl Otoniel (10 de abril de 2013)

«No hagás cambio mientras le vas pasando a otro carro»


«No hagás cambio mientras le vas pasando a otro carro».
Con esas palabras proseguía una de mis lecciones de conducir, a cargo de mi papá, era una ruta interurbana y la lección no se me olvidó, aunque la lógica de la misma no fue evidente hasta que empecé a volverme un conductor con más experiencia, descubrí que rebasar implica tomar una decisión consciente (a veces en fracciones de segundo), también que hacer el cambio de velocidad (por ejemplo de tercera a cuarta) mientras se rebasa puede implicar una pérdida de impulso, que puede traer graves consecuencias en determinadas circunstancias, también entendí que lo mejor es acelerar hasta entrar a mi carril, el que por derecho debo ocupar.

Hoy recuerdo esa lección y se me ocurre que es parte de lo que los papás nos enseñan: tomar decisiones, a veces en poco tiempo o con poca información, pero tomarlas, una vez que se han tomado es importante asumir la responsabilidad de las mismas, quizás «mandarle gas» y acelerar, o quizás presionar el pedal del freno y evitar daños mayores (pero nunca hacer un cambio en la marcha que nos deje sin posibilidades de tomar nuestras decisiones), hasta finalmente encarrilarnos y recorrer ese camino de la forma más auténtica posible, fieles a nosotros mismos.

Sí, hoy es día del papá, y no, hoy no recordaré mi infancia, porque aunque tengo recuerdos muy bonitos, me doy cuenta que aquello es apenas una preparación, y que el sueño de un papá es que sus hijos saliendo de ese período de infancia puedan ver de frente a la vida, sortear los retos enfrente de ellos, y avanzar por las rutas a la velocidad que corresponda, asumiendo la responsabilidad de conducirse en el maravilloso viaje de la existencia.

La autopista de la vida no está libre de obstáculos ni contingencias, allí se prueba nuestra determinación para seguir adelante, ninguna filosofía de vida contempla un recorrido sin accidentes, pero sí podemos desarrollar la capacidad de afrontarlos. Sé que mi papá ha hecho su labor, y lo agradezco, es una fuerza inspiradora que sin hacer alardes de perfección ha dado lo mejor de su naturaleza.

Aún no tengo hijos, sin embargo quiero mencionar que en mi recorrido vital he tenido la oportunidad de establecer relaciones sentimentales con mujeres que tienen hijos, y puedo afirmar que ha sido una experiencia aleccionadora para mí, sin aspirar a ocupar el lugar de otra persona, he aprendido a ser amigo, a veces consejero, a veces apoyo moral, a veces alguien que simplemente escucha, a veces alguien que resuelve un problema, y aunque ese acercamiento está aún lejos de lo que significa ser papá, me dio una idea de la magnitud del reto, y la profunda realidad encarnada en la frase: «no hay estudio que te prepare para ser papá».

Se necesitan los años y la experiencia para valorar en su dimensión objetiva ese papel, he aprendido a hacerlo. No puedo cerrar este escrito sin mencionar el reconocimiento y respeto constante que mantengo hacia las mujeres que por diversas circunstancias han asumido el rol del papá, son heroínas que salvan al mundo día con día, para ellas también va mi felicitación.

Feliz día papás. Hoy puedo decir: Gracias papá, sigo presionando el acelerador, la carretera y el horizonte los veo de frente, estoy disfrutando el viaje.

Raúl Otoniel (19 de marzo de 2013)

Existió y brilló


Domingo 13 de enero de 2013, ese día dejó de existir Sisi, era mi mascota, una perra cruce de la raza Rottweiler con otra raza desconocida, la tuve conmigo desde el año 1999, cuando ella tenía unos 2 meses de edad.

Fue compañera y guardián, tengo bonitas memorias y evidentemente, después de casi 14 años, su extinción, aunque anunciada por su débil estado de salud, fue significativa, y provocó una sensación natural de ausencia. No puedo decir que estaba siempre y totalmente atento de sacarla a pasear y de hecho muchas veces casi me olvidaba que estaba allí, afuera, esperando, pero en sus momentos le dediqué tiempo, jugué y a veces hasta platiqué con ella (aclaro que nunca me respondió en lenguaje de naturaleza humana, y que tampoco yo esperaba que lo hiciese, aunque hay algo en la mirada de los perros que crea la ilusión de que lo están entendiendo a uno, un cómico estadounidense acertadamente apuntaba al hecho de que poseen cejas, igual que nosotros, y que éso hace la diferencia).

Me vio en mis momentos alegres y en mis momentos no tan alegres, conoció a mi familia y a muchas amistades, existió y brillo. No sé si tendré otra mascota (los kekos que viven en la casa, creo que no califican, aunque son útiles para el control natural de plagas), sin embargo dejaré abierta la posibilidad de tener una.

Y sí, yo desearía que hubiese un cielo para perros, peces, aves, y todo tipo de mascotas, es interesante pensar en esa posibilidad, aunque es a todas luces disparatada, no hay cielo para perros, quedan los recuerdos y las experiencias, la vida continúa en sus aparentementemente inacabables ciclos de nacimiento, aniquilación y regeneración. Yo sé eso, y si escribo esto no es como homenaje a Sisi, porque sé que ya no existe, quizás es un homenaje a la memoria que de ella tengo, y al recuerdo que dejó en otras personas que también la quisieron.

Raúl Otoniel (6 de febrero de 2013, satisfecho porque soy consciente de que se puede disfrutar la presencia de seres vivos y guardar lo mejor de ellos a pesar de lo efímera y frágil que es la existencia)

El Imperio Contraataca


Hace un par de noches vimos con mi mamá El Imperio Contraataca, la segunda parte de la trilogía épica de la Guerra de las Galaxias, lo menciono no para parecer una buena persona que comparte tiempo con su mamá, lo menciono para reconocer lo buena que es mi mamá al querer pasar tiempo conmigo aun viendo una película que no es de su género predilecto, y en inglés con las traducciones parciales que yo le hacía.

Siempre se pueden encontrar cosas especiales en las mamás, yo sigo descubriendo cosas especiales en la mía.

Raúl Otoniel (18 de enero de 2013, mientras pienso que a veces uno reconoce a todo mundo, desde políticos, pasando por filósofos, hasta compositores musicales, pero pocas veces se toma el tiempo para dedicar una publicación de estas a reconocer a las personas más cercanas a uno).

No importa si usted cree o no


«No importa si usted cree o no, cuando usted hace una buena acción de corazón hacia alguien, El Señor lo ve con agrado» me dijo el amable joven que me atendió en una librería católica, a la que por curiosidad mis pasos me llevaron.

La amena conversación inició mientras apreciaba artículos de carácter litúrgico y mi interlocutor me explicaba su utilización. Aprendí acerca de la custodia, una estructura hecha de oro, con una base delgada que se eleva unos 20 centímetros para rematar en una esfera superior dentada hacia afuera a la manera de rayos, simulando un Sol, en el interior de la circunferencia se encuentra una pequeña bóveda que sirve para colocar el Cuerpo de Cristo, conocido comunmente como ostia.

Pasamos revista a una serie de cálices, que son los recipientes en los que se prepara el vino que se utilizará durante el servicio religioso, estos elaborados de metales preciosos (oro y plata), con detalles grabados que representan escenas de la tradición religiosa, de igual manera pienso que muy bellos.

La conversación nos fue llevando del ámbito de la tradición al entorno de las creencias, me agradó en sobremanera la naturaleza respetuosa y afectiva de la plática entre dos extraños con abordajes filosóficos diferentes, pero con curiosidad inquietante y la plena convicción, como se lo expresé de que «sé que no lo sé todo, y de ninguna manera pienso que sé todo lo que debería de saber, si bien es cierto lo que hasta el momento sé, me permite tener una opinión en materia de creencias, no puedo asegurar que mañana seguirá siendo igual, la vida es un descubrimiento, y toda la vida se continúa aprendiendo».

En vista de que le comenté acerca de la curiosidad que mantengo sobre el tema de los rosarios, me recomendó que leyera la historia de Santa Teresa, así como algo acerca de la Virgen de Fátima. Eso haré en algún momento, mientras tanto veré a qué otros lugares mis pasos dirigidos por mi curiosidad me llevan, aún hay camino por recorrer.

Raúl Otoniel (Una tarde del último día de noviembre de 2012, después de llegar a casa y comerme un delicioso arroz con leche comprado en un supermercado, mientras al otro lado de la ventana, el Sol, ya no tan radiante como al mediodía, nos abandona por unas horas y la temperatura se desploma rápidamente anunciando una fría noche)

Pregunta filosófica / Philosophical question


Ante la pregunta filosófica acerca de si hay vida después de la muerte, prefiero plantear la afirmación filosófica de que con toda certeza sí hay vida antes de la muerte, y eso es infinitamente más reconfortante y más útil.

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Considering the philosophical question of whether there is life after death, I prefer to oppose the philosophical statement that certainly there is life before death, and that is infinitely more reassuring and more useful.

Raúl Otoniel (20 de octubre de 2012)

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Club Rotaract de Tegucigalpa


2003, 2004 y 2005, llegó Rotaract a mi vida y mi vida cambió. Estos días he recordado, porque recordar es bueno, especialmente los buenos momentos y los que nos han dejado marcas imborrables en la memoria. Ya cerca de los 30 años llegué a esta organización de jóvenes, invitado por una buena amiga, Daysi Osorio.

Nunca fui un hombre de demasiados amigos, pero allí encontré más de lo que me imaginaba, gente inteligente, joven, pero sobre todo con mucho sentido de propósito en sus vidas, dispuestas a compartir y ayudar a la sociedad y mediante ese servicio crecer como líderes. Me involucré en todo lo que pude y con un poco más de un año de ser miembro, me concedieron el inmenso honor de ser Presidente.

Mis zapatos caminaron por asilos de ancianos, albergues para niños huérfanos, salas de hospitales, escuelas deterioradas que necesitaban apoyo, centros para mujeres en riesgo social, y cualquier lugar donde nuestra ayuda fuese necesitada. Aprendí el valor que posee la sonrisa de un niño agradecido porque has compartido un pastel y una piñata con él; aprendí también que podemos cambiar la vida de las personas involucrándonos y dejar la sociedad un poco mejor que como la encontramos. Pero sobre todo aprendí a valorar a las personas que tuve la dicha de conocer en ese período, algunos y algunas siguen siendo mis amigos y amigas y me alegra saber que con inspiración y voluntad fui parte de este movimiento, cuya filosofía es «Dar de sí, antes de pensar en sí».

Hoy recordé, y escribo esto como parte de esas reflexiones que suelo plasmar por aquí, pero también con un sentido proselitista, no por un candidato político o por una organización religiosa, lo hago con sentido proselitista de una idea, mejor dicho un ideal, el del servicio, y espero que si alguien siente que este puede ser un medio para generar un mayor propósito a su vida, lo busque, puede ser en Rotaract o en otra organización, lo que sí puedo afirmar con certeza es que a mí me cambió la vida, y siempre lo recordaré con una sonrisa 🙂

Raúl Otoniel (29 de septiembre de 2012)

1:45 de la mañana en Tegucigalpa


Tegucigalpa a la 1 y 45 de la mañana: es una ciudad casi desierta, especialmente un martes por la madrugada. Decidí salir después de una jornada de asesoría académica que terminó tarde, impulsado por el hambre y considerando las opciones revisé un mensajito que una amiga me había enviado hacía unas horas, en el que me hablaba de los famosos Phillie Steaks que venden en la gasolinera Uno cercana al aeropuerto.
Sin dudarlo salí, llegué y me atendió un joven muchacho, con amables modales y paciente sonrisa que transmitía quietud y paz, mientras hacía mi pedido observé sobre su área de trabajo un libro con tapa dura y la imagen en blanco y negro de una mujer, le pregunté que qué leía, me respondió que era un libro en el que se recopilaban cartas y correos electrónicos enviados y recibidos por una mujer que padecía de cáncer en etapa avanzada y letal, esta recopilación fue hecha por el esposo al fallecer ella en 1997.
Le pedí permiso para hojearlo y mientras esperaba mi Phillie Steak pude conocer un poco del alma de esa mujer, el libro se llama Antes del Adiós, en él pude descubrir extractos llenos de valentía y energía vital. Un retrato conmovedor y a la vez vigente que nos hace valorar más aquello que tenemos, especialmente el futuro.
Me despedí del amable joven diciéndole que trataría de conseguir el libro y tomé rumbo de vuelta a la casa, pensando en Ruth Picardie, su voz que no se ha apagado y los jardines de sabiduría y reflexión que se pueden encontrar en Tegucigalpa a la 1 y 45 de la mañana.
Raúl Otoniel (28 de agosto de 2012)
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